martes, 23 de marzo de 2010

Madre

Madre, digale a su hermosa hija que tengo un secreto que contarle, no soy ningún criminal pero la mataría a usted por estar con ella. Digale que tengo unos dulces para ella, he debido convertirme en galán de los años `20s para acercarme, he mordido pelo de Gaia, mientras ella mal obraba con sus dentales pétalos.
Madre digale que no camine delante mio, que no escuche mis palabras, ni se burle de antigüedad. Digale que no ocupe su mirada de medusa en mi, que no sea tan hermosa al atardecer, ni tan surreal al florecer. Que mantengas sus dedos de escritora lejos de mi hombro, sus expresiones ambiguas lejos de mi niño interno. Digale que el herrero del rey carmesí se ofreció a lavarle la cara.
Estimada Madre, enviela en el tempano dorado a volar con el alcatraz, deje sus extremidades en el orificio amarillo junto a su canibalismo simétrico.

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