Hablar del tiempo, rogar al de turno que digiera cada segundo con sus gaitas evaporadas, rezarle a cada aspecto de tu humanidad que desintegre el hidrogeno de tus inhalaciones, al contaminar mi sangre y mi dentadura con las ansias magmaticas de mi lobo albino. Gritar y morder el nombre de tu innombrable silencio. Desesperado, viceral, sangriento, satanico y violento, no matare ni violare tu santo nombre, pero canta para que respete tu armadura, las aves metalicas no saben de vulnerabilidad ni piedad, no saben de sencibilidad ni mamiferos azules, saben de volar, saben de altura y saben del sol. Acabada la transición, iniciado el suspiro la montaña amoldara tu espalda, la neblina penetrara tu vientre, y las hojas desnudaran tu cabeza. El corcel asmático te llevara en su margarita, el jinete ciego se fundira en tus costillas. La piel dejara el alma, el viento se vuelve concreto con tus lagrimas, se caen tus piernas y te deformas en la cosa más hermosa sobre el pavimento, la miel carmesi frenará tu nave y entonces el jinete absorvera tu cadena en el cuello de su asimetrico corsel.
Me agrada porque al fin encuentro algo que se parece a lo que yo hago.
ResponderEliminarUn abrazo.